Por suerte la inercia estuvo de mi lado.
Vuelta a la sobriedad, tengo vagos recuerdos de una luz que me encandilaba, cerca, muy cerca; dulces armonías de fondo lograban dejarme nula e inmovil, ante tanta cosa para contemplar.
Vino un pájaro, volaron cientos, de copa en copa adornaban el cielo azul; único en ese momento, único en ese lugar.
Pero Único no era ese cielo; también estaba el nuestro, tendido en el pasto, tan suave como deben ser las nubes y tan cómodo por casi pertenecer a la Tierra.
[Olvidaste mencionar que ese cielo era de papel]
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